domingo, 29 de abril de 2012

LA INIQUIDAD



“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.” (Éxodo 34:6-9)

Mientras que la palabra pecado es nombrada unas 600 veces en las escrituras, la palabra iniquidad solamente es nombrada unas 200 veces, y aunque en algunos pasajes parecen referirse a lo mismo, en otros se observa de forma clara que no son lo mismo, ¿cual será entonces la diferencia?

En principio veamos que así como el cuerpo del ser humano está compuesto de diferentes partes como son el sistema óseo, el sistema nervioso, el sistema digestivo,… también el espíritu está compuesto por diferentes partes entre las cuales se encuentran:

- La comunión: El área que es capaz de comunicarse con Dios.
- La intuición: La parte que percibe cosas que nuestros sentidos no perciben.
- La conciencia: La zona moral que nos indica lo bueno y lo malo.
- La herencia: El área donde se graba la información espiritual que pasa de una generación a otra.

Y es aquí donde radica la respuesta, los pecados son aquellas cosas cometidas en contra de la ley de Dios que solo afectan a la persona que los cometió, pero la iniquidad es aquella maldad cometida por el ser humano que tiene la capacidad de pasar de una generación a otra.

Por eso es que los hijos si pueden ser afectados por las iniquidades no solo de sus padres, sino también de sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y en ocasiones aún más.

La iniquidad es entonces una especie de raíz maligna que se forma en el espíritu de los seres humanos a causa de sus rebeliones y que tiene la capacidad de transmitirse de una generación a otra, por eso es que parte de la iniquidad de una persona es algo heredado y parte es producida por ella misma.

Ahora bien, visto desde este punto de vista, y dado que el pecado no es lo mismo que la iniquidad, cabe posible entonces de que en determinado momento un cristiano sea perdonado de sus pecados pero no de sus iniquidades, ¿Cuáles serían entonces los efectos tangibles de esas iniquidades?

- Tendría relativamente obstruidos sus ojos espirituales. (Isaías 52:1-2)
- Sería propenso a ciertas enfermedades. (Salmo 31:9-10)
- Su espíritu sería prisionero en algunas áreas. (Isaías 59:12-15)
- Sería oprimido de forma constante por el diablo o gente impía. (Salmo 55:3-5)
- Sufre de una escasez financiera permanente. (Ezequiel 18:30)

¿Qué puede hacer el cristiano entonces para que estas iniquidades sean borradas y sus efectos desaparezcan?

Debe buscar en su vida y en su árbol genealógico que maldades fueron las que produjeron la iniquidad que ahora lleva consigo y confesarlas ante Dios para que sean borradas; entre las más importantes se encuentran:

- La injusticia y el agravio contra los demás. (Isaías 1:16-17)
- Idolatría. (Oseas 4:11-14)
- Pecados sexuales. (Oseas 4:11-14)

Si deseas profundizar un poco más en el tema te recomiendo que leas los libros:

- “El hombre espiritual” de Watchman Nee
- “La iniquidad” de Ana Méndez

lunes, 9 de abril de 2012

EL ALCANCE DEL SACRIFICIO DE JESUCRISTO

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”   (Colosenses 1:16)
“en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”   (Hebreos 1:2)
“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”   (Hebreos 9:11-12)
Demos primeramente un vistazo ha la inmensidad del universo para darnos una idea de lo infinitamente grande que es el Dios que lo hizo y de su sacrificio expiatorio en la cruz.
La Tierra, el planeta en que vivimos, es solo uno de los ocho o nueve planetas que conforman el sistema solar en que estamos, este sistema solar es solo uno del millón de sistemas solares de la galaxia en la que nos encontramos, que es la Vía Láctea, y esta Galaxia es solo una de las cien millones de galaxias que se cree conforman el Universo.
La vuelta entera a la Tierra mide aproximadamente unos 40,000 Km, la distancia de aquí al Sol es de unos 150,000,000 Km, nuestra galaxia la Vía Láctea mide de punta a punta unos 946,728,000,000,000,000 Km y tan solo la galaxia más cercana a la nuestra que se llama Andrómeda esta a unos 23,668,200,000,000,000,000 Km; imagínate el tamaño del Universo, que por cierto día a día se expande cada vez más.
A estas galaxias de materia física visible súmale los agujeros negros, la antimateria y la materia obscura, además de un mundo espiritual que no podemos ver lleno de ángeles y otros seres espirituales de los que prácticamente no sabemos nada.
Así de infinitamente grande es el Dios que un día murió por ti en la cruz del calvario para redimirte de tus pecados y así de grande es la salvación que este sacrificio da, pues no importando el lugar del Universo al que vayas ni la época en la que lo hagas siempre serás salvo; pues recuerda si el Dios que te redimió es no solo infinito sino también eterno, la vida que el te dio en su sangre también es eterna.